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THE TRYOUT
Una vez que toda la familia convenció a don Diego para
que lo dejara ir a la prueba al Pelusa, hubo que esperar. Faltaba
todavía. Fueron un par de días, nomás, pero
a Diego le pareció un siglo. Al fin llegó. Entonces,
una banda de pibes de Villa Fiorito se tomó el colectivo
28 (el verde, como le decían) hasta Pompeya. De allí,
el 44 hasta llegar al complejo de entrenamiento de Argentinos, que
se llamaba Las Malvinas. Entre todos ellos, había tres pibes,
el Diego, el Goyo y Montañita, que no se separaban ni un
minuto. Eso sí, cuando llegaron, la decepción fue
de todos: llovía tanto, pero tanto, que las canchas no se
podían ni pisar... ¡Se suspendía la prueba!
¿Se suspendía la prueba?
Vale detenerse un instante. No había sido fácil para
Diego llegar hasta allí: el permiso de don Diego no valía
para siempre, la plata para los boletos de colectivo costaba conseguirla,
los entrenadores no tenían tanto tiempo como para andar yendo
y viniendo con un grupo de pibes de Fiorito. ¿Habrá
pensado Diego todo eso?
La voz de don Francis Cornejo, el entrenador, el descubridor de
talentos, el
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conductor de aquel grupo
que empezaba a nacer, lo sacó de su tristeza: "¡Vamos!
Todos a la camioneta de don Yayo... ¡Nos vamos a otra canchita!".
La camioneta era un Rastrojero algo destartalado y don Yayo era
José Emilio Trotta, ayudante de Cornejo. La otra canchita
resultó ser el Parque Saavedra.Allí se armaron dos
equipos. Diego y Goyo entraron, juntos, en la segunda tanda. Si
habían sido siempre rivales, no se notó. Lo que más
se notó en la comunicación futbolìstica entre
ellos fue la amistad. Hicieron todo tipo de lujos y un montón
de goles. Tantos, que Diego ni se acuerda cuántos fueron.
Y aunque parezca mentira, ante semejante demostración, al
primera reacción de don Francis no fue la mejor. El hombre
pensaba que lo estaban cargando, que ese pibe flaco y bajito, con
un montón de rulos en la cabeza, jamás podía
tener nueve años. Estaba convencido de que era... ¡un
enano! Cornejo se acercó a Diego y le preguntó si
estaba seguro que era del sesenta. Y Diego, achicándose todavía
más, algo asustado, le contestó que sí, por
supuesto. Entonces el hombre le pidió los documentos y él
se quiso morir... ¡No los tenía!
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Algo, la intuición
tal vez, le hizo ver a don Francis que no valía la pena hacerse
problema. Que lo único importante era que aquel chico siguiera
jugando. Nunca imaginó que, poco tiempo después, tendría
que ser él mismo el que mintiera sobre la edad de su fenómeno.
Y no precisamente en el mismo sentido.
THE MONSTER
Al fin, Francis tuvo los documentos de Diego. Y más también.
Porque si a alguien le tenín confianza don Diego y doña
Tota para confiarles a su hijo, ese era don Francis. Así
que el hombre lo llevaba a Maradona a todas partes. Hasta a los
partidos con pibes más grandes, lo llevaba. Parece increíble,
pero así fue. Así como los brasileños ponen
futbolistas más grandes en los torneos menores, Argentinos
apelaba a uno más chico para jugar contra los más
grandes.
Una vez, en la cancha de Sacachispas, contra Racing, el partido
de los chicos de 14 años estaba duro, cero a cero y no
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pasaba nada. Francis le hizo una seña
al negrito que tenía en el banco y lo mandó para la
cancha. Once años tenía Maradona y dos golazos metió.
Chau partido. El técnico rival, que lo conocía muy
bien a Francis, se le acercó, asombrado: "Pero, ¿cómo
tenés a ese fenómeno en el banco?", le preguntó,
sabiendo que Francis erraba pocas veces. "Cuidalo, que va a
ser un genio", agregó. Francis sólo sonrió,
le dio una palmada y se fue.
Otra vez, en un partido contra Boca, hizo lo mismo. Pero como ya
todos conocían el nombre de Maradona, se lo cambió.
En la planilla puso Montanya. La cosa es que ese partido estaba
todavía peor: perdían tres a cero. Entonces, Cornejo
mandó a... Montanya a la cancha. Enseguida hizo un gol, otro
más, consiguieron el empate. Y en el último festejo,
a los compañeros se les fue la lengua: "¡Grande,
Diego!", le gritaron. Y el técnico rival se puso como
loco, llegó corriendo hasta donde estaba Cornejo y le gritó:
"¡Me pusiste a Maradona, hijo de...!"
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